La parada fue obligatoria, no fue
que sus energías se hubiesen desvanecido y mucho menos sus ánimos; pero aquella
obra de arte era digna de ser admirada. Una espesísima telaraña cubría los
huecos entre cuatro árboles.
Cientos de arañas se paseaban por
ella, por suerte aquellas gafas hacía que parecieran unos entrañables
animalitos de 8 patas, con brillantes ojos y aspecto de peluche; mejor no
sacarse aquellas lentes pues sabía que sin ellas aquella escena resultaría de
todo menos agradable.
Se podían escuchar los murmullos
de aquellos arácnidos y al acercarse más consiguió atender a sus
conversaciones, eran unos temas muy poco interesantes, el sabor de aquellas
moscas, distintos tipos de puntos y el puenting que algunas estaban
practicando.
En el último árbol unido por
aquella madeja se podía ver como una de ellas saltaba al que aún no había sido
tejido, y volvía, y retornaba al de origen, y volvía al que próximamente sería incluido
en aquella colección. Aquella araña era la artífice de la obra, y la curiosidad
es la curiosidad, vio necesario informarse de lo que allí acontecía.
-Buenas tardes-saludó.
-Buenas tardes, pero estoy muy
ocupada, no puedo hablar ahora- respondió apuradamente.
-Oh, es sólo una pregunta… ¿a qué
es debido este corte en el camino?
-Es evidente que para atrapar
moscas y alimentarme, ¿te crees que sólo tejemos para darle un aspecto
fantasmagórico a vuestras casas o que se note que os gusta menos la escoba que
a nosotras los insecticidas?- respondió tajante y con tono malhumorado-
Cortada quedó la muchacha ante
semejante respuesta.
-Pero… ¿no van a ser muchas
moscas para ti?- con voz dulce, amable y pacificadora lanzó esta pregunta.
-Pues evidentemente sí, pero es
que en el mundo no estoy yo sola, los míos también necesitan moscas. Y vete ya,
que me estás distrayendo.
-¿Me estás diciendo que tejes
para toda esa recua?
-Alguien tiene que hacerlo…- dijo
medio suspirando.
-Pero, ¿es que ellas no pueden?
-Algunas no, a otras es que no
les gusta y he sido incapaz de decirles que no…- cuatro lágrimas empezaron a
caer de cuatro de sus ojos.
Agarró a aquella araña (ojalá las
gafas mejoraran también el sentido del tacto) y ella revolviéndose agitaba
cuatro puños a la vez. –¡Maldita seas! Suéltame estúpida bípeda.- Sin lugar a
dudas carácter le sobraba.
-Soy más grande que tú, te guste
o no me vas a escuchar. No puedes hacer siempre lo que los demás quieran,
mírate, estás exhausta. Claro que deberás ayudar a quien lo necesite, en la
medida de tus posibilidades, pero no puedes consentir que recaiga sobre ti
tamaña responsabilidad. Mira para ahí, tus compañeras están divirtiéndose,
charlando y jugando. Recuerda siempre que lo primero eres tú, tu telaraña y tus
moscas. De ahí en adelante lo que quieras para ayudar a los demás, pero también
tienes derecho a catar un buen moscardón y lanzarte de la red abajo, que es lo
que he concluido que os encanta hacer. Hay tiempo para todo, si entre todas las
que podéis colaboráis no os faltarán moscas a ninguna.
Aquel
insecto tenía sus ocho ojos más abiertos que nunca, en todos los sentidos.
-Ahora
me falta decírselo a las demás…- se notó la cobardía en su tono.
-Tranquila
que de eso me encargo yo.- Le dijo mientras la soltaba de sus dedos pulgar e
índice para posarla sobre la palma de su mano- ¡Atención!- dijo esto último
levantando el tono para reclamar el caso de las demás- Vuestra amiga está cansada,
no puede continuar tejiendo ella sola, necesita también divertirse como
vosotras, y creo que no me equivoco si digo que entre todas las que sois podréis
continuar la obra que ella ha comenzado.
Se
escucharon murmullos del tipo “claro que sí” y “si se lo he dicho mil veces”.
-Ahora
la voy a dejar aquí, para que se entretenga con algo que no sea trabajo, así
que algunas deberíais ir al último árbol a continuar lo que ella ya ha
comenzado- rápidamente se movieron muchas de ellas a la zona de labor.
-Muchas
gracias chica- dijo con una voz totalmente diferente a la empleada en su
presentación.
-No hay
de qué, recuerda siempre que no podemos anteponer nada a nuestro bienestar, si
se puede ayudar pues bien; pero cuando no se puede no debes agobiarte tú por
ello.
-Me
gustaría hacer algo por ti- dijo.
Se dejó
caer desde su mano hasta sus pies, y comenzó a dar vueltas alrededor de ellos,
en un periquete tenía puestos unos calcetines.
-Llevaba
un rato viéndote las magulladuras en los pies, y en esto sí que te podía
ayudar. No me gustaría que te fueras sin un recuerdo de mí.
Se
sonrieron con complicidad y mientras una trepaba por la telaraña, la otra echó
a andar con sus pies protegidos para el camino que debía continuar.
…continuará…