Tras seguir la corriente del río,
al fin había llegado a lo más bello que sus ojos jamás habían visto, a donde el
sonido más relajaba, el lugar donde el olor a salitre resultaba embriagador e
incluso podía paladearse, había alcanzado, siguiendo la ribera del río, su
desembocadura; había llegado al mar. Emocionada por aquello no dudó en lanzarse
a él, necesitaba sentir como la envolvía. Para su sorpresa, en el mismo instante
de la zambullida sintió dolor, como si cientos de miles de alfileres se
clavaran en sus piernas. Salió de allí rápidamente y se resguardó subiéndose a
una roca. ¿Cómo podía ser aquello? ¿Cómo, el mar que tanto amaba, podía estar
hiriéndola de esa manera?
El disgusto era patente en su
cara, y allí se quedó un rato disfrutándolo con el resto de sus sentidos, pero
sin atreverse a tocarlo.
Se pronunció una voz desconocida
con un “hola” y nadando por el borde de aquella roca en la que se encontraba
apareció una sonriente muchacha.
-He visto lo que te ha pasado,
conozco esa sensación.
-Hola- dijo con un tono algo
desalentador- ha sido horrible. Me siento traicionada.
-Sé cómo te sientes, yo también
sentí lo mismo la primera vez que eso sucedió. Pero no hay dolor capaz de
sacarme del agua, fuera de aquí es todo más complicado; es de otro tipo, pero
también dolor al fin y al cabo.
Pudo ver que aquella chica no se
mantenía a flote usando sus piernas, sino que su tronco continuaba con una cola
que movía acompasadamente. No era la clásica cola de sirena que acostumbramos
imaginar; no, estaba hecha de acero, semejaba el casco de un barco que sin duda
había vivido tiempos mejores y algún temporal había conseguido mellar
levemente.
-¡Eres una sirena!- exclamó
sorprendida.
-Realmente no, no lo soy…. Verás,
yo no nací así. Pero sí que es cierto que apenas conservo recuerdos previos a
que esta cola fuera forjada a bordo de un barco llamado el San Martín. No
siempre fue como la ves ahora, era hermosísima, pero los años han pasado
excesivamente rápido por ella.
-A mí me sigue pareciendo hermosa;
y sin duda fuerte, muy fuerte. Se ve que está hecha con el mismo acero que se
usa para fabricar barcos.
La sirenita cambió su sonrisa, ya
que en ningún momento ésta había desaparecido de su cara, digamos que tornó a
una sonrisa melancólica.-Eso era justo lo que me decían durante las primeras
“andanzas” con ella. Por eso no he renunciado a ella jamás, ni en los peores
temporales, ni tras haber sufrido golpes y heridas, ni tras sentir el peor de
los dolores, porque eso sería renunciar a mi verdadera pasión; no puedo sacar
de mi vida lo que realmente me la da, ni puedo pretender ser yo fuera del
ambiente donde me encuentro siempre conmigo misma. El dolor físico es
superable, el de corazón no.
Ni se lo pensó, se lanzó al agua
con el poco estilo para ello que la caracterizaba.
-No pienses, disfruta.-dijo la
sirena.
Y así lo hizo. Así se reconcilió
con el agua.
Fue bastante el tiempo que
pasaron juntas, nadando felices y charlando. Se acercaba el ocaso y sabían que
tocaba que cada una volviera al lugar que le correspondía, una iría al fondo
del mar y la otra a tierra firme para descansar. Se despidieron fundiéndose en
un fuerte abrazo.
-Gracias, muchas gracias- le
dijo, ahora sonriendo ella- me acordaré de este momento y de tus palabras cada
vez que sienta el dolor que me pueda provocar el agua.
-Recuerda siempre que la pasión
es el mejor analgésico que puede existir, que no hay dolor que no puedas
soportar si estás justo donde siempre quisiste estar.-Tras estas palabras se
sumergió en el agua y pudo verse por última vez su aleta, su preciosa y fuerte
aleta.
…..Continuará…..