-¡Bien niños! Esto es muy fácil, coged las 6 agujas de
calcetar con vuestras patas útiles y comenzamos. Cogemos el hilo de seda lo
enrollamos a 3 de las agujas, pasamos una vuelta bajo el nudo hecho con ayuda
de la tercera pseudopata, pasamos de nuevo el hilo por la segunda aguja
mientras con la cuarta pata útil pasamos el hilo por dentro del bucle…- aquella
mariposa hablaba rápido, pero trabajaba aún a mayor velocidad. Había algo peor
para la oruguita de la tercera fila que no ser capaz de seguir a la maestra que
le habían asignado, era ver como todos los demás sí que la entendían, seguían y
habían comenzado a cubrirse con la crisálida.
Sus patas eran torpes, su coordinación peor aún, su angustia
no paraba de crecer; cuando se dio cuenta se encontraba rodeada de un montón de
larvas. Allí estaba ella, sola. La mariposa no lo había explicado mal, ella era
la única que no la había entendido y se encontraba rodeada de un montón de
pruebas de que así era. ¿Por qué ella no había sido capaz?
Aún así insistió, intentó de todas las maneras posibles
tejerse la cubierta. No lo conseguía. Sólo alcanzaba a hacer pequeños trozos
con agujeros gigantescos, nudos que obligaban a reiniciar la labor, problema
tras problema se colmó el vaso de su paciencia, soltó las agujitas y rompió a
llorar sin consuelo alguno. Se alejó de allí, no quería ver el último paso de
la metamorfosis de sus compañeras, ver como todas volaban mientras ella
continuaba siendo un rastrero insecto. Por un alto tallo comenzó a subir, y a
subir, y a subir más, hasta encontrar una hoja de su agrado y sobre ella se
enrolló y continuó llorando hasta que su llanto se convirtió en sollozo, hasta
que ya sin lágrimas sólo conseguía gimotear. En este momento fue cuando escuchó
“Oruguita triste, ¿qué te pasa?” una voz desconocida y con un acento peculiar se
dirigía a ella. Levantó su rechoncha cabecita y vio una colorida mariposa
batiendo sus alas enérgicamente. Nunca había visto ninguna igual, no era de su
especie, ni tan siquiera de su zona por lo que fijamente la analizó en
silencio.
-¿Por qué lloras oruguita?- Volvió a pronunciar la mariposa.
-¿No es evidente? Mira en qué época estamos y cómo estoy
aún, no podré volar.
-¿Quién te ha dicho eso?- Preguntó extrañada la mariposa.
-Nadie, lo sé yo.
-Estupendo, porque no debes dejar que nadie te diga jamás que no puedes hacer algo. Sólo nos falta
hacer que entiendas que ni tú misma puedes decirte eso.
Como siempre las mariposas y su pedantería, sus aires de
grandeza, su falta de consideración al no entender que no todos eran como ellas.
-¿Qué sabrás tú? Déjame –dijo la oruga con un tono que
mezclaba ira y tristeza.
-Sé que me llevó 3 días aprender a tejer mi crisálida, vi la
transformación de mis allegados; incluso pude ver como a un íntimo amigo lo
atrapaban en un bote al poco de echar a volar, mientras yo lo envidiaba por
aquellos escasos aleteos que había conseguido efectuar y que pensaba que yo
nunca daría. Ni tú mismo te puedes limitar.
Cambió su estado, ya no lloraba, sólo sentía admiración. Su
mirada quedó fijada en la mariposa y tras poner una cara de curiosidad la
mariposa se dio por aludida en que debía proseguir con su discurso.
-No sé por dónde continuar, te he contado todo ya, pero tal
vez en la simplicidad de los hechos encuentres el mejor argumento. Una hora,
siete, sesenta, setenta y dos, qué más da, lo importante es que al final lo
conseguí, con trabajo, sudor y lágrimas lo conseguí, al igual que lo lograrás
tú si no arrojas la seda.
-¿Me ayudarás?- Preguntó con una ilusionada voz la rechoncha
oruga mientras sobre sus colorados mofletones los ojos le brillaban.
-Te puedo echar un ala, pero tú y sólo tú puedes crear tu
crisálida. Puedo darte algún consejo, pero la labor has de ser tú quien la
ejecute.
Fue así como poco a poco la oruguita tejió bajo la
supervisión de aquella mariposa su traje a medida, no fue una labor sencilla,
hubo momentos de debilidad, hubo lágrimas, momentos de querer abandonar, pero
finalmente lo consiguió. Cuando le faltaba poco para arroparse por completo y
siendo consciente de que en breves habría un periodo de letargo, agradeció a la
mariposa su apoyo y ayuda, incluso le preguntó que cómo podría devolverle el
favor, a lo que la mariposa replicó: - Es sencillo, nunca digas a nadie que no
puede hacer algo, y sobretodo nunca te lo digas a ti mismo. Costará más o
menos, pero siempre podrás. Te dejo descansar, esas alas no van a nacer sin
reposo, nos vemos en tu próxima fase, oruguita feliz.
Con una sonrisa más grande que sus futuras alas consiguió
acabar de cubrirse, con mucho esfuerzo y tiempo, pero lo consiguió.
Bello mi niña... Genial!!...
ResponderEliminarole ole y ole¡¡¡ muy grande paula¡¡¡ me encanta y cada vez me sorprendes mas¡¡¡¡ un besazo ;)
ResponderEliminarMuy bonito cuento!, precioso y para recordar por parte de los que a veces coordinamos fatal y nos cuesta entender y ... creemos que no podemos hacer lo que para los demás parece fácil.
ResponderEliminarUn abrazo, Cleo
Muy bonito cuento!, precioso y para recordar por parte de los que a veces coordinamos fatal y nos cuesta entender y ... creemos que no podemos hacer lo que para los demás parece fácil.
ResponderEliminarUn abrazo, Cleo