La vida con esclerosis múltiple, la complicada vida con
esclerosis múltiple.
Hola
pequeña, hace tiempo que no tenemos una conversación de tú a tú. Celebramos
nuestro tercer día mundial juntas, o por lo menos siendo yo conocedora de que tienes
tu propio espacio en mí. Curiosamente,
me he dado cuenta de que éste, nuestro tercer mayo de convivencia es el primero
en el que no has decidido cebarte conmigo y dejarme hacer mis exámenes “tranquilamente”.
Porque en esta vida no todo se aprende de golpe, y las lecciones que impartes
son de esas en las que casi hay más gente a la puerta de la recuperación que el
día del examen oficial. 3 años de convivencia contigo he necesitado para no
acabar con un brote este mes, como nos sucedió el primero y como tonteamos con
él el año pasado a estas alturas.
Vivir con EM es un pequeño desafío
diario para el que cada mañana te tienes que mentalizar de que te vas a superar
a ti mismo a sabiendas de lo complicado que estará, por lo que realmente lo
complicado es mentalizarse de que no pasa nada por fallar, y que tendrás que
intentarlo una y otra vez… hasta que lo consigas. Esto va de caerse, sacudirse
el polvo y levantarse apretando los dientes, de ser más fuerte que ella.
Cuesta muchas veces no caer engatusada
por los deseos de tu cuerpo de quedarse tumbada el día entero, pero para salir
de ese círculo vicioso hay que pensar justo eso, que se trata de un círculo
vicioso de los que te arrastra a que al día siguiente cueste todo aun más.
Llega el día a día y los problemas
que la enfermedad conlleva, como salir a la calle y estar siempre pendiente de
dónde se encuentra el cuarto de baño, de elegir el camino a tomar en función de
las escaleras que hay por un lado y por el otro, de intentar escribir al ritmo
al que habla el profesor, de intentar entender lo que éste está diciendo y procesarlo,
de mirar a la pizarra con cara de desconfianza (porque estás intentando ver lo
que pone), de que llegue cierta hora y la fatiga haya podido contigo y te
vuelves a casa como buenamente puedes, que suele ser en la postura del Sr.
Burns y arrastrando los pies como si estuvieras haciendo esquí de travesía.
Pero pese a todo, la vida con EM,
sigue siendo mucha vida. Porque ella me ha enseñado a valorar las cosas que
antes no valoraba, y que curiosamente son las más importantes. Valoro más cada
momento que disfruto en compañía de los míos, cada vista coloreada que mis ojos
me permiten ver con nitidez, cada caricia, abrazo, beso que recibo o doy, las
puestas de sol, zambullirme en el mar… todas esas cosas que semejaban poco
relevantes se han convertido en mi fuente de vida, en lo que me hace levantarme
cada mañana con la mentalidad de que me voy a comer el mundo y me impiden
frustrarme si no devoro ni la mitad, porque sobre todo es eso, queda mucho por
ver, sentir, saborear, oler, querer, escribir… como para tirar la toalla.
No te compadezcas de nosotros,
admira que hayamos aprendido a seguir viviendo de esta manera y hayamos logrado
ese objetivo que todos buscamos y muchas veces nos impiden las cosas
superficiales, ser feliz.
Y cuando te hayas consolado (uno siempre termina por consolarse) te alegrarás de haberme conocido.
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