mércores, 14 de marzo de 2018

Mamá gorrión y su polluelo

Fue mucho el tiempo que en el nido incubó el pequeño huevo la mamá gorrión; hasta que finalmente eclosionó para que su polluelo viera la luz del sol. Era su orgullo, lo cuidaba, lo mimaba, lo alimentaba y lo protegía. Incluso le enseñó a volar. Fue una historia de amor mutuo y cariño, fue una crianza muy especial, o eso invita a pensar atendiendo a lo que tiempo después acontecería. Como en tantos otros nidos, en un momento la vida dio un giro inesperado y, por desgracia, insalvable. Lo que pasó fue que a los pocos, comenzaron a fallar las alas de la mamá gorrión, cada vez le resultaba más complicado batir sus alas y levantar el vuelo, cada vez aparecía antes la necesidad de posarse sobre una rama a reposar, cada vez se imposibilitaba más el volar libremente. El pequeño gorrión, ya crecido, observaba impotente como aquello sucedía, sin poder hacer nada por quien se lo había dado todo. Le dolía cada intento de aleteo fracasado, sufría su dolor, aquel no era un problema solo para mamá gorrión, aquel también era un problema suyo al ser una parte tan importante de él. Formaban eso tan bonito que se conoce como “un equipo”, no podía volar sin ella, ni se planteaba dejarla atrás.

¿Pero qué podía hacer el que siempre sería su polluelo?¿Cómo podía devolverle todo lo que ella le había dado? No tardó mucho en pensar que aquello era algo que había de ser conocido para los demás. Que cuantos más pajaritos supieran del tipo de cosas que le pueden llegar a suceder a otro, más ayuda obtendría. No dudó en pedir la primera ayuda a sus más allegados para la idea que finalmente llevaría a cabo. Iba a ayudar a su madre a volver a volar, pero no un pequeño vuelo, no. Algo grande, una gran distancia para que incluso otras especies pudieran conocer y ayudar. Sus amigos no dudaron en ponerse patitas y picos a la obra, y entre todos y con mucho cariño, construyeron con ramitas una pequeña cestita, una especie de nido portátil que podría sujetar con sus patitas durante el vuelo. Posteriormente llegó el momento de prepararse para el gran viaje, aquello iba a ser un reto muy difícil, pues tendría que volar una gran distancia con un peso añadido, y otra vez aparecieron sus amigos para ayudarle a realizar exhaustivos entrenamientos. Tenía que salir todo perfecto, sería una gran sorpresa para mamá gorrión; quería demostrarle por todo lo alto todo lo que ella significaba para él. Durante mucho tiempo la había visto enfrentarse a ella misma, intentando siempre superarse; tenía la inspiración y la motivación en su propio nido, tenía el mejor ejemplo a seguir de lo que el esfuerzo puede llegar a aportar. Así lo demostraba cada día, salía a volar portando la pequeña cesta, en un principio vacía, y a los pocos fue añadiendo pequeñas piedras en ella para practicar con peso e ir cogiendo fuerza en sus patitas de cara al gran día. Fue muy duro, pero el objetivo merecía la pena, no se iba a rendir, esa era una palabra que desconocía, ya que nunca había visto rendirse a mamá gorrión.

 Finalmente llegó el día de emprender el vuelo, sin que ella se lo esperase apareció el pequeño pajarito con el artefacto que habían creado para ella. “Sube, que vamos a dar una vuelta”. Durante el vuelo fueron acompañados todo el rato, la voluntad de los amigos iban más allá, ellos querían participar también en aquella causa y no los dejaron solos en ningún momento, piando a su lado, animándolos e impulsándolos con su compañía, porque sabían que estaban ayudando a hacer algo increíble, y lo mejor fue que finalmente lo consiguieron. Fueron muchos, muchísimos los pajaritos que se enteraron de lo que estaba ocurriendo allí, que no todas las aves tenían la misma suerte, y mamá gorrión no podía estar más contenta y orgullosa del que siempre será su polluelo, durante un buen rato, pudo sentir lo que era volver a volar.



 Y respecto a los demás… a los demás se nos pusieron las plumas de punta al escuchar esta historia y ver como, una vez más, el amor y el cariño todo lo pueden.



Esta historia la escribo con mucho cariño para Eric y Silvia, porque en este caso, la realidad le da mil vueltas a la ficción: http://www.antena3.com/noticias/deportes/el-emocionante-reto-de-silvia-y-eric-42-kilometros-contra-la-esclerosis-multiple_201803125aa69ddb0cf26579ce29e5c7.html

2 comentarios:

  1. Eres maravillosa Paula. Gracias por ser tan única y especial. Un beso.

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  2. Qué bonito. Mis polluelos son pequeños, y sobre todo uno adolescente. Eso de momento lo pone difícil y complicado. Quiere ayudar pero a la vez sabe que puede contigo a la hora de llevarte la contraria. Es difícil ser mamá con polluelos.

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