luns, 18 de xaneiro de 2016
Insomnio, nervios y reflexiones
Se tumbó sobre la arena y pronto comenzó a notar como la ascendente marea rozaba las plantas de sus pies, como el mar que era su vida la iba atrapando. El ritmo no cesaba ni era lento, la masa marina la iba empapando. Sus piernas hacía tiempo que estaban totalmente sumergidas, por su cabeza seguía ascendiendo el agua. Le cubrió los oídos, ya no sólo escuchaba el mar rompiendo en la tierra, con sus orejas ya bajo el agua podía oír el ruido que generaba la arena y los guijarros moviéndose a merced de la marea. Llegó el momento en el que el agua cubrió sus ojos, impidiendo ver con nitidez la gigantesca cúpula que la cubría, ahora ya decorada con una enorme perla brillante capaz de emitir destellos que quedaban adheridos sobre el tapiz de terciopelo negro que era aquella noche. De los agujeros de su nariz había salido la primera burbuja cuando pudo escuchar un sonido distinto, no era creado por la resaca, venía de fuera, de arriba. Aquello sonaba como si quinientos millones de cascabeles estuvieran siendo agitados. El celestial sonido hizo que la incorporación fuera inmediata ;podía escuchar y ver mejor aquellas estrellas, podía escuchar las risas que emitían todas y cada una de ellas; aunque tal vez solo fuese una la que realmente estaba alegre. Se vio en la obligación de reír también, en la de permanecer siempre con la sonrisa en la cara, en la de no dejar que aquel mar que era su vida la hundiese por completo.
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