Despertó sobre su catre de hojas,
impregnada en rocío y pagando la factura del desgaste físico acumulado y la
poca confortabilidad de su lecho. El esfuerzo de sus piernas cansadas se había
transformado en dolor, como si cientos de cristales las hubiesen rellenado.
Cuando se puso en pie se percató de que el árbol con el que había mantenido una
conversación el día anterior no estaba ahí, no se sorprendió pues estaba
convencida de que aquello había sido un sueño o incluso una alucinación a causa
de la deshidratación y el cansancio.
Miró hacia todas partes, “¿y
ahora qué?” pensó. La respuesta era evidente, tenía que ponerse en marcha, no
se podía quedar allí, sola en mitad de ninguna parte, decidió que su destino lo
marcarían sus necesidades, siendo agua la primordial en aquel momento, por lo
que agudizó su oído para localizar de dónde provenía el sonido de agua
zambulléndose en agua, allí cerca tenía que haber una cascada.
Así echó a andar, cada paso le
producía dolor, pero aún tratándose de algo irreal las palabras de aquel árbol
la habían marcado. Hasta que tropezó. Pensó que se había debido a un flaqueo de
sus piernas, vio que su pie había chocado contra un montículo de tierra, como
si algo hubiera sido desenterrado. Lo vio claro, aquel árbol no había sido una
fantasía, era real, se había conseguido marchar de allí dejando un rastro de tierra
removida tras él. ¿Cuánto tiempo había dormido, y cómo de profundo había tenido
que ser su sueño para ni inmutarse ante los evidentes ruidos que aquel vegetal
había debido generar?
Al darse la vuelta para observar
mejor las oquedades evidentes a segunda vista, encontró algo brillante medio
soterrado. Enganchó una pequeña barra metálica y al tirar descubrió que se
trataba de unas gafas. Unas gafas espantosas, con rosados cristales tintados.
¿Serían de aquel árbol? La situación se volvería más extraña en el momento que
una aguda y chirriante voz le habló.
-Tss. Tú. Menos mal que te
encuentro aún aquí, hubiera incumplido la misión de esperar a que despertaras.
Ella miró hacia todos lados. El
sonido provenía de lo alto, por lo que buscó otro árbol antropomorfo, y mientras
su cabeza giraba continuó la vocecilla hablando.
-Aquí, detrás de ti, en la rama-
medio suspiró la ardilla que pronunció esta frase.
Se cruzaron sus miradas. Siempre
le habían gustado ese tipo de animalitos, aunque era la primera vez que se encontraba
con uno parlante, pero tras lo del árbol era de las pocas personas que podías
asegurar que la perfecta comunicación con roedores no era lo más impresionante
que había vivido.
-Bueno, veo que ya te marchabas,
menos mal, he estado lunas y soles aquí esperando a que abrieras los ojos y
justo lo haces el día que no me pueden traer las nueces y tengo que ir yo a por
ellas. Me han dejado instrucciones para ti, son sencillas; ponte esas gafas y
corre.
Un animal de pomposa cola le
estaba dando órdenes.
-¿Me entiendes si te hablo?-
preguntó ella insegura de que aquella frase fuera a tener una respuesta.
Asintió la ardilla, mientras
enganchaba la nuez que tenía a su lado con las dos manitas y le hincaba sus
pronunciados incisivos.
-¿Y el árbol que estaba aquí ayer?
¿Qué son estas gafas? ¿Tú por qué puedes hablarme y entenderme?- hubiera
seguido lanzando preguntas de no ser por la irrupción entre cuestión y cuestión
del animal.
-Calma, calma. ¿Eres consciente
de que esta nuez triplica el tamaño de mi cerebro? Déjame procesar. Verás, ayer
ese árbol ya no estaba ahí. Hace bastante que arrancó- soltó una molesta
risita, adecuada para la punzante voz que tenía- dejó ahí ese regalo para ti,
con el mensaje del que soy portadora de que te las pongas y corras. Lo de que
podamos mantener esta conversación lo entenderás a su debido tiempo, pero
resulta absurdo que me hagas esta pregunta a mí y no a un ser aparentemente
carente de corazón como es un árbol.
La pedantería de aquel animal le
resultaba un tanto insoportable. Pero decidió seguir el consejo. Se puso las
gafas.
Descubrió un nuevo mundo, el
lúgubre y sombrío bosque pasó a convertirse en un lugar digno de cuento
fantasioso, donde las copas de los árboles lucían unos llamativos y vivos
verdes, el suelo no era tierra, sino la más acolchada de las hierbas, podía ver
flores de todos los colores ornamentando el suelo, vio hacia la ardilla y ésta
tenía aspecto de dibujo animado, unos enormes y brillantes ojos negros, un par
de gramos más y una cola con un aspecto más suave y mullido.
-Está todo precioso.-Fue lo que
alcanzó a decir.
-De eso se trata, los cristales
de esas gafas están hechos para suprimir lo malo, para mostrarte lo mejor de
todo lo que a través de ellas veas. Y en este camino te hará falta; hay zonas
del bosque en las que incluso con ellas puestas el miedo te invadirá, pero sin
ellas sería inviable que consiguieras salir de aquí. De lo que te encontrarás
luego no puedo hablarte, pues es desconocido para mí.
-Si me encanta como se ve todo…
¿pero no tengo un aspecto absurdo con ellas? ¿Y si me ve alguien?
-Tienes puestas en la cara unas
gafas que te hacen ver las cosas en su mejor forma… ¿y te va a importar lo que pueda
pensar el resto?- Dijo el roedor mientras dejaba un momento de mordisquear la
cáscara de la nuez.
Se sintió estúpida. Aquella
ardilla tenía más sentido común que ella. Optó por no responder, no se podía
permitir quedar peor ante aquella situación.
-Hazme caso te ayudarán a
rebajarle dureza a la realidad, serán necesarias.
-¿Algo más que añadir antes de
que cumpla el último de tus avisos?-Preguntó, ansiosa por levantar los pies y
ver qué más cosas podría mejorar con aquella absurdez sobre los ojos.
-No, salvo tal vez recomendarte
que no te pares; y si te paran, recuerda que en tu ayer había un árbol donde
tus pies se encuentran ahora.
Miró sus pies, con aquellas gafas
no se veía ni un solo rasguño. Levantó uno, en cuanto tocó el suelo el otro lo
imitó, y así echó a caminar.
…continuará…
Genial, se va poniendo genial la cosa Pau. Muy interesante...
ResponderEliminarGenial, se va poniendo genial la cosa Pau. Muy interesante...
ResponderEliminar