mércores, 30 de decembro de 2015

No te pares II. Optomismo

Despertó sobre su catre de hojas, impregnada en rocío y pagando la factura del desgaste físico acumulado y la poca confortabilidad de su lecho. El esfuerzo de sus piernas cansadas se había transformado en dolor, como si cientos de cristales las hubiesen rellenado. Cuando se puso en pie se percató de que el árbol con el que había mantenido una conversación el día anterior no estaba ahí, no se sorprendió pues estaba convencida de que aquello había sido un sueño o incluso una alucinación a causa de la deshidratación y el cansancio.
Miró hacia todas partes, “¿y ahora qué?” pensó. La respuesta era evidente, tenía que ponerse en marcha, no se podía quedar allí, sola en mitad de ninguna parte, decidió que su destino lo marcarían sus necesidades, siendo agua la primordial en aquel momento, por lo que agudizó su oído para localizar de dónde provenía el sonido de agua zambulléndose en agua, allí cerca tenía que haber una cascada.
Así echó a andar, cada paso le producía dolor, pero aún tratándose de algo irreal las palabras de aquel árbol la habían marcado. Hasta que tropezó. Pensó que se había debido a un flaqueo de sus piernas, vio que su pie había chocado contra un montículo de tierra, como si algo hubiera sido desenterrado. Lo vio claro, aquel árbol no había sido una fantasía, era real, se había conseguido marchar de allí dejando un rastro de tierra removida tras él. ¿Cuánto tiempo había dormido, y cómo de profundo había tenido que ser su sueño para ni inmutarse ante los evidentes ruidos que aquel vegetal había debido generar?
Al darse la vuelta para observar mejor las oquedades evidentes a segunda vista, encontró algo brillante medio soterrado. Enganchó una pequeña barra metálica y al tirar descubrió que se trataba de unas gafas. Unas gafas espantosas, con rosados cristales tintados. ¿Serían de aquel árbol? La situación se volvería más extraña en el momento que una aguda y chirriante voz le habló.
-Tss. Tú. Menos mal que te encuentro aún aquí, hubiera incumplido la misión de esperar a que despertaras.
Ella miró hacia todos lados. El sonido provenía de lo alto, por lo que buscó otro árbol antropomorfo, y mientras su cabeza giraba continuó la vocecilla hablando.
-Aquí, detrás de ti, en la rama- medio suspiró la ardilla que pronunció esta frase.
Se cruzaron sus miradas. Siempre le habían gustado ese tipo de animalitos, aunque era la primera vez que se encontraba con uno parlante, pero tras lo del árbol era de las pocas personas que podías asegurar que la perfecta comunicación con roedores no era lo más impresionante que había vivido.
-Bueno, veo que ya te marchabas, menos mal, he estado lunas y soles aquí esperando a que abrieras los ojos y justo lo haces el día que no me pueden traer las nueces y tengo que ir yo a por ellas. Me han dejado instrucciones para ti, son sencillas; ponte esas gafas y corre.
Un animal de pomposa cola le estaba dando órdenes.
-¿Me entiendes si te hablo?- preguntó ella insegura de que aquella frase fuera a tener una respuesta.
Asintió la ardilla, mientras enganchaba la nuez que tenía a su lado con las dos manitas y le hincaba sus pronunciados incisivos.
-¿Y el árbol que estaba aquí ayer? ¿Qué son estas gafas? ¿Tú por qué puedes hablarme y entenderme?- hubiera seguido lanzando preguntas de no ser por la irrupción entre cuestión y cuestión del animal.  
-Calma, calma. ¿Eres consciente de que esta nuez triplica el tamaño de mi cerebro? Déjame procesar. Verás, ayer ese árbol ya no estaba ahí. Hace bastante que arrancó- soltó una molesta risita, adecuada para la punzante voz que tenía- dejó ahí ese regalo para ti, con el mensaje del que soy portadora de que te las pongas y corras. Lo de que podamos mantener esta conversación lo entenderás a su debido tiempo, pero resulta absurdo que me hagas esta pregunta a mí y no a un ser aparentemente carente de corazón como es un árbol.
La pedantería de aquel animal le resultaba un tanto insoportable. Pero decidió seguir el consejo. Se puso las gafas.
Descubrió un nuevo mundo, el lúgubre y sombrío bosque pasó a convertirse en un lugar digno de cuento fantasioso, donde las copas de los árboles lucían unos llamativos y vivos verdes, el suelo no era tierra, sino la más acolchada de las hierbas, podía ver flores de todos los colores ornamentando el suelo, vio hacia la ardilla y ésta tenía aspecto de dibujo animado, unos enormes y brillantes ojos negros, un par de gramos más y una cola con un aspecto más suave y mullido.
-Está todo precioso.-Fue lo que alcanzó a decir.
-De eso se trata, los cristales de esas gafas están hechos para suprimir lo malo, para mostrarte lo mejor de todo lo que a través de ellas veas. Y en este camino te hará falta; hay zonas del bosque en las que incluso con ellas puestas el miedo te invadirá, pero sin ellas sería inviable que consiguieras salir de aquí. De lo que te encontrarás luego no puedo hablarte, pues es desconocido para mí.
-Si me encanta como se ve todo… ¿pero no tengo un aspecto absurdo con ellas? ¿Y si me ve alguien?  
-Tienes puestas en la cara unas gafas que te hacen ver las cosas en su mejor forma… ¿y te va a importar lo que pueda pensar el resto?- Dijo el roedor mientras dejaba un momento de mordisquear la cáscara de la nuez.
Se sintió estúpida. Aquella ardilla tenía más sentido común que ella. Optó por no responder, no se podía permitir quedar peor ante aquella situación.
-Hazme caso te ayudarán a rebajarle dureza a la realidad, serán necesarias.
-¿Algo más que añadir antes de que cumpla el último de tus avisos?-Preguntó, ansiosa por levantar los pies y ver qué más cosas podría mejorar con aquella absurdez sobre los ojos.
-No, salvo tal vez recomendarte que no te pares; y si te paran, recuerda que en tu ayer había un árbol donde tus pies se encuentran ahora.
Miró sus pies, con aquellas gafas no se veía ni un solo rasguño. Levantó uno, en cuanto tocó el suelo el otro lo imitó, y así echó a caminar.


…continuará…

2 comentarios:

  1. Genial, se va poniendo genial la cosa Pau. Muy interesante...

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  2. Genial, se va poniendo genial la cosa Pau. Muy interesante...

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