martes, 29 de marzo de 2016

No te pares iv: el perro nube

Se había enfadado, aquella vida la estaba amargando; tener que escapar continuamente de algo que sin razón la perseguía, algo que ni tan siquiera era corpóreo como para poder dirigir su ira.
Se sentó sobre una piedra y rompió a llorar, con fuerza, con ganas e innegablemente con motivo.
Sentada y encogida sobre sí misma buscaba consuelo donde era imposible encontrarlo.
Sus manos le cubrían los ojos cuando notó como algo se posaba suavemente sobre una de sus rodillas. No se asustó en el momento, pues había sido con suma delicadeza. Al despejar las manos de la vista y ya con los ojos enjugados pudo ver que allí posado estaba el hocico de un perro con pelo blanco, de aspecto mullido. Como si una nube se hubiera quedado enganchada a la cima de una montaña y un trocito hubiese bajado por la ladera.
Al cruzarse sus miradas el perro comenzó a mover la cola en señal de alegría.
-Hola- dijo ella mientras lo acariciaba entre las orejas que algo había levantado al oír su voz.
Se sorprendió al no obtener respuesta, estaba acostumbrada a los atentados contra la lógica tras todos los vividos.
Poco tiempo más se quedaron como estaban. Levantó su cabeza y con un leve ladrido indicó que quería que lo siguiera. Así hizo ella. Se pusieron en marcha y como ella sospechaba, sin dirección.
Pasaron días caminando juntos, ella había observado que en su cuerpo lucía más de una cicatriz y que desde luego no era un cachorro. De hecho eran muchas las veces que terminaba el día con él en brazos buscando un lugar cómodo para dormir.
Los paseos eran amenos, aunque él se pasaba el rato parándose a olerlo todo, cosa que ella no soportaba, pero tampoco lo dejaba atrás, no se quería separar de aquel animal, así que un "vamos" salía automáticamente de su boca cada vez que olisqueaba algo.
-No hay prisa si no vas a ningún lado- respondió el perro un día, dejando sorprendidísima a la interlocutora.
-¡Puedes hablar!- afirmó efusivamente pero medio interrogando.
-Te has ganado mi confianza. Un perro viejo como yo ha vivido mucho... y lo he pasado muy mal, he conocido muchas casas, las calles e incluso la perrera. Aunque he vivido feliz los últimos años, por suerte fui adoptado por una familia que me quiso mucho, hasta he tenido hermanas.
-Y entonces, ¿por qué te has escapado de ahí? -Preguntó ella intrigada por lo que le contaba.
-Verás, como bien imaginaste cuando me conociste, formo parte de una nube, a la que he de volver ahora que ya tengo cierta edad. Me ha encantado conocerte, y comprobar otra vez que guardar odio y rencor a la vida de poco o nada sirve...
-Espera- interrumpió -¿me estás diciendo que te vas a marchar?¿Que no continuarás el camino conmigo? -Cuestionó con tristeza.
-Me temo que así es; pero he cumplido mi misión, cuando te conocí estabas llorando, triste y enfadada. Te he demostrado que así no se puede llegar lejos.
Tenía razón, había conseguido devolverla a su camino.
-Pero ahora te irás, y me pondré triste de nuevo.
-Pero tú ahora ya sabes que de nada servirá. Nos echaremos de menos, porque nos queremos. Pero lo que hemos aprendido el uno del otro no quedará solo en un recuerdo, permanecerá para siempre formando parte de nuestras conciencias. Siempre formaremos una pequeña parte el uno del otro.
Pasaron pocos días más y apareció la montaña por la que el perro debía seguir en solitario su camino.
-Es aquí -dijo.
Ella no pudo abrir la boca para despedirse, pues en el momento que lo hiciera las lágrimas volverían a sus ojos y su voz se quebraría.
Lo acarició por última vez y le dedicó una sonrisa triste, él aprovechando que ella estaba agachada, volvió a apoyar su hocico sobre su rodilla, acabando todo tal y como había comenzado. Se dio la vuelta y comenzó a subir por el sendero marcado.
Ella se quedó allí, viéndolo partir con su mirada empapada y una lección grabada a fuego.
Hasta pudo ver como se fusionaba con la nube, descansando sobre aquella enorme manta azul.
Y allí estaba ella, sabiendo que el dolor la acompañaría, pero que aquello no era motivo para no continuar.
...continuará...


Dedicado a Tulkas. Espero que el cariño que te llevas sea todo el que aquí falta.