mércores, 20 de maio de 2015

Los días buenos

Hacen falta días malos para valorar los buenos. Hacen falta días buenos para luchar por ellos en los malos.
Llevo días caminando como un ternero recién parido, sufriendo y pidiendo una mano para bajar las escaleras sin pasamanos cual dama de alta alcurnia y con un dolor de los que te vuelve creyente por momentos (y no precisamente por pedirle a Dios un favor).
Ha llegado a mi esclerótica vida el segundo brote, ¡ni medio año de descanso me ha dado!
Pese a tener todos los ingredientes para ser un mal día, yo estaba feliz. Tengo en posesión el corticoide que desayunaré estos días y me devolverá la "vida normal" de hace un mes, me ha bastado recordar los días buenos para recuperar la sonrisa, y por contagio, se ha convertido en uno de ellos.
Dicen que todo depende del cristal con el que se mire, no es así. Si no hay luz no ves nada. Entonces entran los primeros rayos de sol, con forma de familia y amigos, de pensar "he estado peor y quedado como nueva", de ver fotos de momentos maravillosos en los que mi vida ya tenía la enfermedad como coprotagonista, y algo en mí ha sacado fuerzas para abrir la persiana y dejar que el sol ilumine de nuevo todo, y ha sido entonces cuando los cristales rosas han vuelto a funcionar.
Tal vez no sea tan simple y se deba a que tengo el cerebro "roído", pero si funciona aprovechemos.

                   Y cuando te hayas consolado (uno siempre termina por consolarse) te alegrarás de haberme conocido

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