mércores, 15 de xuño de 2016

No te pares V- La sirenita de acero

Tras seguir la corriente del río, al fin había llegado a lo más bello que sus ojos jamás habían visto, a donde el sonido más relajaba, el lugar donde el olor a salitre resultaba embriagador e incluso podía paladearse, había alcanzado, siguiendo la ribera del río, su desembocadura; había llegado al mar. Emocionada por aquello no dudó en lanzarse a él, necesitaba sentir como la envolvía. Para su sorpresa, en el mismo instante de la zambullida sintió dolor, como si cientos de miles de alfileres se clavaran en sus piernas. Salió de allí rápidamente y se resguardó subiéndose a una roca. ¿Cómo podía ser aquello? ¿Cómo, el mar que tanto amaba, podía estar hiriéndola de esa manera?
El disgusto era patente en su cara, y allí se quedó un rato disfrutándolo con el resto de sus sentidos, pero sin atreverse a tocarlo.
Se pronunció una voz desconocida con un “hola” y nadando por el borde de aquella roca en la que se encontraba apareció una sonriente muchacha.
-He visto lo que te ha pasado, conozco esa sensación.
-Hola- dijo con un tono algo desalentador- ha sido horrible. Me siento traicionada.
-Sé cómo te sientes, yo también sentí lo mismo la primera vez que eso sucedió. Pero no hay dolor capaz de sacarme del agua, fuera de aquí es todo más complicado; es de otro tipo, pero también dolor al fin y al cabo.
Pudo ver que aquella chica no se mantenía a flote usando sus piernas, sino que su tronco continuaba con una cola que movía acompasadamente. No era la clásica cola de sirena que acostumbramos imaginar; no, estaba hecha de acero, semejaba el casco de un barco que sin duda había vivido tiempos mejores y algún temporal había conseguido mellar levemente.
-¡Eres una sirena!- exclamó sorprendida.
-Realmente no, no lo soy…. Verás, yo no nací así. Pero sí que es cierto que apenas conservo recuerdos previos a que esta cola fuera forjada a bordo de un barco llamado el San Martín. No siempre fue como la ves ahora, era hermosísima, pero los años han pasado excesivamente rápido por ella.
-A mí me sigue pareciendo hermosa; y sin duda fuerte, muy fuerte. Se ve que está hecha con el mismo acero que se usa para fabricar barcos.
La sirenita cambió su sonrisa, ya que en ningún momento ésta había desaparecido de su cara, digamos que tornó a una sonrisa melancólica.-Eso era justo lo que me decían durante las primeras “andanzas” con ella. Por eso no he renunciado a ella jamás, ni en los peores temporales, ni tras haber sufrido golpes y heridas, ni tras sentir el peor de los dolores, porque eso sería renunciar a mi verdadera pasión; no puedo sacar de mi vida lo que realmente me la da, ni puedo pretender ser yo fuera del ambiente donde me encuentro siempre conmigo misma. El dolor físico es superable, el de corazón no.
Ni se lo pensó, se lanzó al agua con el poco estilo para ello que la caracterizaba.
-No pienses, disfruta.-dijo la sirena.
Y así lo hizo. Así se reconcilió con el agua.
Fue bastante el tiempo que pasaron juntas, nadando felices y charlando. Se acercaba el ocaso y sabían que tocaba que cada una volviera al lugar que le correspondía, una iría al fondo del mar y la otra a tierra firme para descansar. Se despidieron fundiéndose en un fuerte abrazo.
-Gracias, muchas gracias- le dijo, ahora sonriendo ella- me acordaré de este momento y de tus palabras cada vez que sienta el dolor que me pueda provocar el agua.
-Recuerda siempre que la pasión es el mejor analgésico que puede existir, que no hay dolor que no puedas soportar si estás justo donde siempre quisiste estar.-Tras estas palabras se sumergió en el agua y pudo verse por última vez su aleta, su preciosa y fuerte aleta.


…..Continuará…..

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