domingo, 31 de xullo de 2016

No te pares VI: la belleza del mundo

Ni aquellas gafas de rosas cristales podían arreglar aquella situación. Naturaleza basta, muerta y oscura; habitada únicamente por indeseables alimañas de seis patas como mínimo; suelo sucio, lleno de desniveles causados por raíces y hojas sin vida, enfangado y resbaladizo.
Resultaba desagradable pasar por ahí, pero había caminado demasiado ya por la senda que la dirigió hasta ese lugar y la vuelta atrás resultaría tediosa. Por eso que cuando el paisaje comenzó a cambiar, en su cabeza para sí misma sólo pensaba “mejorará” y así durante largos tramos; pero no, la realidad era que no mejoraba sino que empeoraba por mucho que en su cabeza tratara de autoengañarse. El redundante mejorará era mentira, empezaba a darse cuenta de ello y por ese motivo repicaba mucho menos en sus adentros la palabra; había llegado el momento en el que iría todo a peor.
Debía seguir como fuera ya que pararse nunca, por desolador que fuese todo. En cada paso que propina siente como se le hunden los pies en el barro; pisando con mucha inseguridad por todo lo que pueda hacerla tropezar. Alguna vez había besado el suelo, por lo que el barro se extendía más allá de los pies, llegando incluso a su cara y su lacia melena. Está siendo muy difícil y el cansancio la acompaña, pero prosigue, sacando fuerzas de donde no las hay, desfilando cada vez más lenta, apática y desganada. Y, de repente, a lo lejos, consigue ver una luz blanca, como si un pequeño ángel se hubiese posado sobre aquel suelo, incentivándola a apurar el paso. Se acercó y vislumbró de qué se trataba. Era una hermosa flor de loto de color blanco, con pequeños destellos de un rosa muy pálido. Belleza concentrada, inmejorable, perfecta. En aquel momento así lo era para ella. La hizo recordar todas las cosas hermosas que por su vida han pasado; lugares, personas, caricias, historias, sonidos, colores, construcciones, besos, aromas, risas, canciones, atardeceres, gestos, dibujos, detalles, abrazos, cuadros, libros, sabores, estrelladas noches, recuerdos, melodías. Todo. Desde la más efímera estrella fugaz al perpetuo escenario sobre el que ésta había destellado. Todo lo hermoso que conocía pasó por su cabeza, haciéndola consciente una vez más de lo bella que puede ser la vida de mil maneras posibles, que los recuerdos han de ser creados a partir de exponer los sentidos a ello; que si algo tan impecable como aquella flor había podido nacer y crecer allí, no se debe perder la esperanza de que la luz pueda iluminar la más lúgubre de las situaciones. Con la fotografía mental hecha continuó más aprisa; los obstáculos no importaban, caerse le preocupaba menos porque sabía que se podía levantar, y paso a paso, obviando su alrededor, continuó trotando. Pasado un tiempo se dio cuenta de lo estable que había tornado aquel terreno, el cambio se había producido tan gradualmente que había pasado desapercibido, al igual que el color y espesura del fango sobre y bajo sus pies, más claro, más semejante a esa fuente de vida que es el agua, a esa creadora de muchos de los paisajes que por su mente pasaron retratando el concepto de hermosura.
La cosa había mejorado, increíblemente, lo había hecho. Y continuó con su ya sonrisa habitual, feliz como el cascabel que parece sonar a cada paso que da, deseando descubrir más de esos detalles que hacen que el mundo sea un precioso lugar en el que morar.
                                           
                                     …continuará…

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